lunes, 9 de marzo de 2009

El dia perfecto.

Acabo de matarla, sí, por fin lo he hecho, la he asfixiado lentamente con mis manos, sintiendo sus últimos latidos en mis dedos, sin más vuelta atrás. Con su cinta en el pelo, su flequillo ya despeinado y su falsa sonrisa siempre me ha quemado la sangre, y ya por fin esta mañana he hecho lo que tenia que haber hecho hace demasiado tiempo. No puedo decir que haya sido fácil, sería engañarme.

Empecé zarandeándola cada vez con más fuerza y rabia, hasta notar que su cabeza comenzaba a girar en demasiados grados y luego comencé a calcular, si, con una sola mano me bastó. Puse una mano en su cuello y pude abarcarlo todo, pero para asegurarme, puse mi otra mano encima, por mayor seguridad, nada de especial. Respiré hondo y vi como me miraba a los ojos, me vi reflejada en ella, como otras tantas veces cuando nos veíamos por la tarde y nos sentábamos a hablar en su cama. Pero esta vez era diferente, me veía mejor que nunca, sus ojos estaban muy abiertos y desprendían su última luz, y yo era esa luz. Comencé a apretar, con un poco de miedo, si he de ser sincera, pero solo un poco, porque poco a poco me fui dando cuenta del mucho bien que me hacía apretarla contra mis manos; Muy diferente de cuando la estrechaba junto a mí y la veía sonreir. Mi fuerza aumentaba casi sin saberlo, mis dedos la apretaban más y lejos de conseguir darle placer, fui quitándole la vida lentamente ( o rápidamente, según se vea.. ) sin que hubiera más remedio.

Su rostro se ponía rojo, luego blanco, amarillo, finalmente un poco azul, y la noté deshacerse entre mi piel, fundirse en la nada y quizá, descansar en el cielo. Aún no lo se. Su cuerpo cayó al suelo en un instante donde mi piel se ponía tensa y mejoraba su color, como un baño de pintura o de crema, yo me encontraba mejor. La cambié de postura, había caido en una postura un poco provocativa y yo no tenia ganas de aguantar la última de sus tonterías. La puse boca arriba con los brazos doblados sobre su cabeza y le abrí un poco la boca, le coloqué las piernas de manera que tocaran todo el suelo, para que se sintiera más segura, por lo menos, con los pies en el suelo. Que ya es algo. A mucha gente le gustaría sentir el suelo en los pies y no puede, así que a ella le condecí un último deseo, aunque no estoy segura de que se diera cuenta.

Sonreí, respiré hondo y me lavé las manos, no había sangre en ellas, pero aún así, su piel me parecía un tanto sucia y preferí asegurarme antes de ponerme enferma. Me lavé la cara con el agua más fría del grifo, me mojé un poco el pelo y tonteé con el espejo hasta que me dio por reir. Al volver a la cocina, ella seguía allí, tendida en el suelo en la misma postura, con la falda quizá demasiado levantada y el pelo muy sucio, cada vez me gustaba menos. Me dió hambre verla así, con la expresión congelada y tan rígida... me digné a hablarle: "No estés tan tensa, cariño, estamos en familia", pero pareció no escucharme. Cogí una manzana, la más verde y jugosa de toda la cesta y le di un mordisco lleno de rabia, de liberación, la degusté y tras acabarla, sentía que era uno de los momentos más felices de mi vida.

Me fijé en que había llorado, yo no, lógicamente, ella. Tenía el rostro mojado y algunos pelos también, sin embargo en mi mente no llego a recordar el momento exacto, y eso que pensé que no me estaba perdiendo ninguno de los detalles. Mierda!. Cerré los ojos y me concentré en repetir toda aquella escena en mi cabeza... Nada!.. aaaagggh, ahora la odiaba más todavía.


Bueno, al fin y al cabo, ya no volverá a molestarme más. Creo que nunca me molestó, es más, ni siquiera lo intentó.








...pero jamás te diré que me arrepiento....

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