domingo, 6 de febrero de 2011

Pelo ondeante

Largo pelo ondeante entre sus manos y unos labios desgastados. La sinrazón se abría paso entre las horas y el reloj nunca avanzaba. Abrió las ventanas y un soplo de aire fresco le abrazó la cara. Necesitaba sacar todo el polvo de años atrás, de ciencias oscuras y recuerdos revueltos. Que volaran todos los presagios y los momentos anclados, grabados a fuego, con marca indeleble. Cerró los ojos ante el intenso sol y pareció arrancarse la angustia de los días de lluvia, de las noches en vela y de los días perfectos.

A ojos ajenos, su vida parecía demasiado perfecta. En sus ojos, a veces, se iluminaba la tristeza ante la idea de una ida sin vuelta o de una vuelta demasiado cercana. Los volvió a cerrar.

Respiró hondo y logró sacar un par de espíritus, un par de manzanas envenenadas que tanto tiempo llevaba masticando y hasta sonrió.

Los días de sol tenían eso, ese cambio inoportuno, puntual, que subía y bajaba los ánimos cual montaña rusa sin rumbo fijo ni salsa. Pero tampoco le gustaban los días de lluvia.

Se armó de valor, encendió una vela y se puso a pensar, a dibujar sin sentido en el aire castillos de arena y princesas encontradas. Ni siquiera se puso una canción triste, o melancólica.

Sin aferrarse a nada, ni al tiempo, sin depender de nadie cumplió sus deberes diarios, regaló un par de sonrisas y hasta se sintió satisfecha al acabar la tarea. Se dio una buena ducha para dejar fluir las lágrimas y volvió al ruedo. A veces, la soledad de la habitación la mataba por completo, sin embargo, otras veces huía del mundo entero y hasta se sentía capaz de rasgar por llegar allí. Con la luz, todo era más confuso.

Lee las columnas, lee los comentarios, las cartas al director y en su mente se va encendiendo cada vez más la lucecita de... ¿de qué? ¿Cómo definir de qué estaba hecha esa luz? Cada uno la vería de su color, imaginaba.

Había personas que se complicaban demasiado la vida, casi todos y aunque había días en los que zambullía de lleno el dedo, la mano y hasta el brazo, no lograba del todo sentirse acalorada en esas vidas. La suya era mucho más liviana, mucho más tranquila. Algunos la tacharían de aburrida. Otros no. Volvemos al mismo cuento, una sola realidad, y por cada habitante dos maneras diferentes de ver la vida.

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...nunca llueve a gusto de todos...

1 comentario:

imperio argentina dijo...

magia, esa es la palabra!