jueves, 18 de noviembre de 2010

Recuerdos en blanco y negro

Coge el cepillo, se sienta en la mecedora que hay justo enfrente del espejo y comienza a separarse mechones de pelo. Los cepilla todos y cada uno cuidadosamente, mientras se mira al espejo y ve su imagen en blanco y negro. Sonríe. Juega a entrelazar mechones y se imagina lejos de esa habitación amueblada tan rústicamente, con polvo en las esquinas y ropa en los armarios. Ríe. Se ve corriendo en mares y flotando sobre césped, navegando por encima de las nubes y con preocupaciones subterráneas. Todo un mar de obviedades. Se ve tan lejos, tan viva, tan alegre. Y lo es. Le encanta poder ir a cualquier rincón del mundo con solo una mirada, con solo un verso. Las notas de la última canción aún resuenan en su cabeza. El libro le llora piedras mientras ella se sienta. Y juega. Sacude la cabeza y con eso las ideas se esparcen por la habitación, con letras blancas y grandes, redondas y dulces. Ella las mira y forma pensamientos de nuevo. Otro mechón cepillado. Su larga melena le cae por la espalda y le hace cosquillas. Se mira las manos, las muñecas, se dibuja estrellas sobre ellas. Y crece. Se mira de nuevo al espejo, se ve diferente, se ve completa y llena. Se le nubla la mirada ante tanta luz. Sabe que todo lo que tiene es efímero, sabe que todo lo que toca se irá. Y lo aprovecha. Termina de cepillarse el cabello, deja el cepillo en la mesa que tiene a su derecha y cruza las piernas. Se mira de perfil y se echa a reir. Nada merece más seriedad que una sonrisa. No valen los agobios. Respira hondo y se nota flotar, se mezcla con las palabras que antes volaban sobre la habitación, se hace habitación, casa, campo, aire, vida.... Se hace a ella misma en cada instante. Y le gusta, es más, le encanta.
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... mi corazón, mi vida y mi verdad...

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